domingo, 17 de mayo de 2020

Economía Solidaria Para la Felicidad


Decía Aristóteles que sin Libertad no hay economía. Y cuando hablamos de libertad nos referimos al hecho de poder elegir, de no aceptar lo que me imponen sino de poder elegir lo que realmente me perfecciona y me hace feliz. El mundo actual busca la felicidad en el consumo, en correr detrás del auto último modelo, del nuevo celular o del último electrodoméstico.

 

El escritor uruguayo Alejandro De Barbieri sostiene que: los gurúes de moda nos quieren convencer de que la puerta de la felicidad se encuentra sin el otro, por eso estamos cada vez más encerrados en nosotros mismos, aislados de nuestra familia, de nuestros vecinos y de nosotros mismos.

 

Ante este individualismo y consumismo imperante el presente artículo pretende poner de manifiesto que en la Economía Solidaria y en particular en el Cooperativismo podemos hallar un camino firme y válido hacia la felicidad, siendo solidarios y generando economías que incluyan a los demás.

 

Para ello debemos comprender que la solidaridad no es un elixir que se adquiere y se aprehende en la escuela, ni tampoco cursando el más extravagante de los postgrados, tampoco la encontraremos en un libro encuadernado expendido en un kiosco o en una librería esotérica.

 

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Necesita para su existir de una serie de hechos y principios que comulguen con el mismo ideario.  Partiendo de la familia debemos confluir en un Estado que respete al hombre, lo proteja y lo guíe en el transitar de un derrotero que lleva a un lugar, a un destino que al final no concluye en una meta llena de veleidades materiales, sino que lo eleva en el logro del fin único y propio de su existir.

 

         Como brillantemente lo sostiene el Profesor Roberto E. Franco: Si la economía solidaria fuese la impronta de la humanidad, cuantos sufrimientos se habrían evitado sobre el firmamento, cuantas miserias se habrían sepultado para siempre, cuantas penurias se habrían transmutado en derroches de bienestar, cuantas envidias y egoísmos se habrían desplazado a llovizna tenue pero firme de solidaridad.

 

La economía solidaria encuentra hoy una excelsa forma de expresión en las cooperativas. Ellas le dan la impronta insustituible de la solidaridad heredada de las organizaciones primarias de la vida comunitaria como la familia. Esa solidaridad social se transforma en una exigencia básica para el devenir de la supervivencia diaria.

 

El cooperativismo, aplica originariamente la solidaridad – impronta de todos los hombres, las sociedades intermedias y el Estado - que aspiran al Bien Común. Atendiendo a que el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana. La economía solidaria su fundamenta en los siguientes principios:

 

La reciprocidad en los cambios es el principio fundante del funcionamiento de una economía natural, permite la existencia de un ambiente social donde todos, si absolutamente todos, son miembros necesarios de la sociedad que integran. Si la economía se ajusta a lo que denominamos una economía natural, existirán diversos niveles de vida, pera cada hombre y cada grupo social obtendrá lo necesario para desarrollar una vida digna en un ambiente de auténtica libertad.

     Cada hombre será al mismo tiempo productor y consumidor. El intercambio (en el buen sentido de la palabra: reciprocidad) que une a ambos deberá permitir a cada uno seguir ocupando el mismo lugar en la escala social luego de producida la transacción.

     Si esto no es así no hay reciprocidad y unos grupos se enriquecen más que otros y se suscita un problema moral y jurídico que debe ser previsto y evitado por el Estado en su consecución del Bien Común.

    

La subsidiariedad es un bien originario que permite desde el hombre hacer todo lo que sea posible, siguiendo por las sociedades intermedias y terminando en el Estado cuando las posibilidades son insuficientes en los estados sociales anteriores.

 

La supletoriedad es el valor insustituible que tiene el Estado de reemplazar y proteger a las sociedades intermedias que requieren su apoyo ante dificultades perplejas e insalvables para las mismas. Buscando de esta forma mejorar las condiciones de vida, para que éstas sean más dignas y sanas para vivir, crecer, desarrollarse y producir.

 

La subsistencia es el principio que protege la vida nacional encauzando la vida económica hacia la independencia. Extendiéndose luego a los distintos países, razas y naciones, ayudando los países más ricos a los más pobres y no aprovechándose de sus debilidades y limitaciones.

 

La aplicación de estos principios en nuestras vidas nos acercará sin dudas a ser cada vez más felices, a encontrar en la cotidianeidad de nuestros actos momentos únicos e irrepetibles, por ello debemos ser un faro que guíe e ilumine   el camino que conduce a la felicidad, aspirando siempre a la verdad, el bien y la belleza para ser libres. Rompiendo con el viejo axioma de la economía individual y egoísta de maximizar las ganancias por el de una economía natural y solidaria que diga:

 

 ¡En lugar de “maximizar” sus ganancias “optimicen” sus vidas!


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