Hay
momentos en la vida en la que se te cae el avión”. Ésta frase extraída de una conferencia de Roberto
Canessa, sobreviviente de la Tragedia de los andes, pone de relieve la
situación que atraviesan nuestras instituciones sociales desde que apareció en
escena la “pandemia”, los grandes cambios provocados por la misma parecen
mostrar que nada será lo mismo y que no será una tarea simple volver a los
viejos hábitos y formas.
Si liderar o llevar adelante una institución social
en situaciones normales trae aparejados desafíos, liderar ante la adversidad
requiere de una dosis importante de “Capacidad de adaptación y creatividad”
por parte de los cuadros dirigenciales.
Algunas formas dirigenciales y de liderazgo
desaparecerán por la incapacidad de hacerle frente a esta ola de
transformaciones, otras conseguirán sobrevivir por su capacidad de adaptación y
algunas emergerán como nuevas formas y fruto del nuevo escenario local y global
que se presenta.
Lo que
la pandemia se llevó:
Ahora bien, si analizamos las reacciones o los
patrones de comportamiento de aquellos dirigentes que no han podido adaptarse a
los nuevos paradigmas y desafíos que trajo consigo la pandemia, podemos ver a
las claras cuáles son esas formas de liderazgo institucional que tenderán a desaparecer
por no tener respuesta al entorno:
·
Incapacidad para
escuchar: el dirigente impone sus opiniones sin buscar consensos
anulando las propuestas de los miembros de su equipo. El resultado es un grupo
serial de “Sí Señor”, donde
todos esperan la opinión del líder antes de ofrecer la propia. No se permite el
disenso.
·
Arrogancia: líderes con “aires
de superioridad” y seguridad que roza la soberbia. El orgullo aleja al
líder de su gente y de los fines de la institución que representa.
·
Falta
de integridad: entendida como
“decir lo que se piensa y hacer lo que
se dice”. Esto trae aparejados favoritismos, incumplimientos de
compromisos pactados, desalineación entre la actitud del líder y los principios
institucionales.
En general se puede hacer una lista muy amplia de las
características de estos líderes que no han podido o no han querido adaptarse a
los nuevos cambios. Suelen generar situaciones incómodas en público, no dan
feedback, no son empáticos, son megalómanos.
El
camino que viene:
El virus puso el mundo patas para arriba, institucionalmente
nos mostró lo que ya no servía, pero también nos enseña el camino que viene y
aquellas instituciones y dirigentes que tomen nota de ello tendrán una ventaja
sustancial.
El futuro líder deberá ser “un coach inspirador, un gran comunicador con una perspectiva
intercultural” y para ello es necesario conectarse con cada una de las
patas que sostienen nuestras instituciones y con cada uno de los integrantes de
la misma, y para ello se requieren algunas acciones:
·
Transitar
la ruta de las emociones: y ello requiere
conectarse, comunicarse frecuentemente, tener empatía con los integrantes de
las distintas instituciones. Saber escuchar. “Escuchar más que hablar”. La comunicación es más difícil en
tiempos de virtualidad por ello es necesario esforzarse más para interpretar
los estados de ánimo y las reacciones de los miembros de las instituciones.
·
Mantener
la motivación y la esperanza entre todos los
integrantes de las instituciones ayuda a lograr mayores índices de felicidad y
de productividad.
En definitiva, como dice el gran profesor Ándres
Hatum: “Es mejor mirar esta
tempestad de frente y pensar estrategias.
Algunos líderes, sobre todo aquellos que se creían indispensables, ya no
existirán en la otra ladera del camino, el vendaval consiguió hacer lo que
cientos de consultores no pudieron: los ha evaporado (la cadena de pagos de la
soberbia se corta, pero al final se paga)”
Si bien esta pandemia pasará y seguramente dejará
muchas cicatrices institucionales, habremos aprendido que la gente siempre
tiene mucho más para dar y que como líderes o dirigentes debemos propiciar los
mejores entornos y los mejores climas institucionales para que ello ocurra, y
el mejor camino y el más constructivo siempre es el del trabajo transparente en
equipo. Trabajo que debe operarse desde la humildad que es el requisito
fundamental para aprender ya que la arrogancia, su opuesto, nos lleva a la
falsa creencia de saberlo todo y desde ese lugar nos cerramos al aprendizaje.
Como sostiene el filósofo estadounidense Eric Hoffer: “En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se
adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien
equipados para un mundo que ya no existe”
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