El escritor uruguayo Alejandro De
Barbieri sostiene que: los gurúes de moda
nos quieren convencer de que la puerta de la felicidad se encuentra sin el
otro, por eso estamos cada vez más encerrados en nosotros mismos, aislados de
nuestra familia, de nuestros vecinos y de nosotros mismos.
Ante este individualismo y consumismo
imperante el presente artículo pretende poner de manifiesto que en la Economía Solidaria y en particular en
el Cooperativismo podemos hallar un
camino firme y válido hacia la felicidad, siendo solidarios y generando
economías que incluyan a los demás.
Para ello debemos comprender que
la solidaridad no es un elixir que
se adquiere y se aprehende en la escuela, ni tampoco cursando el más
extravagante de los postgrados, tampoco la encontraremos en un libro
encuadernado expendido en un kiosco o en una librería esotérica.
Necesita para su existir de una
serie de hechos y principios que comulguen con el mismo ideario. Partiendo de la familia debemos confluir en
un Estado que respete al hombre, lo proteja y lo guíe en el transitar de un
derrotero que lleva a un lugar, a un destino que al final no concluye en una
meta llena de veleidades materiales, sino que lo eleva en el logro del fin
único y propio de su existir.
Como brillantemente lo sostiene el
Profesor Roberto E. Franco: Si la economía solidaria fuese la impronta
de la humanidad, cuantos sufrimientos se habrían evitado sobre el firmamento,
cuantas miserias se habrían sepultado para siempre, cuantas penurias se habrían
transmutado en derroches de bienestar, cuantas envidias y egoísmos se habrían
desplazado a llovizna tenue pero firme de solidaridad.
La economía solidaria encuentra
hoy una excelsa forma de expresión en las cooperativas. Ellas le dan la
impronta insustituible de la solidaridad heredada de las organizaciones
primarias de la vida comunitaria como la familia. Esa solidaridad social se transforma
en una exigencia básica para el devenir de la supervivencia diaria.
El cooperativismo, aplica
originariamente la solidaridad – impronta de todos los hombres,
las sociedades intermedias y el Estado - que aspiran al Bien Común.
Atendiendo a que el principio, el sujeto
y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana. La economía solidaria su
fundamenta en los siguientes principios:
La reciprocidad en los
cambios es el principio fundante del
funcionamiento de una economía natural, permite la existencia de un ambiente
social donde todos, si absolutamente todos, son miembros necesarios de la
sociedad que integran. Si la economía se ajusta a lo que denominamos una
economía natural, existirán diversos niveles de vida, pera cada hombre y cada
grupo social obtendrá lo necesario para desarrollar una vida digna en un
ambiente de auténtica libertad.
Cada hombre será al mismo tiempo productor
y consumidor. El intercambio (en el buen sentido de la palabra: reciprocidad)
que une a ambos deberá permitir a cada uno seguir ocupando el mismo lugar en la
escala social luego de producida la transacción.
Si esto no es así no hay reciprocidad y
unos grupos se enriquecen más que otros y se suscita un problema moral y
jurídico que debe ser previsto y evitado por el Estado en su consecución del
Bien Común.
La subsidiariedad es
un bien originario que permite desde el hombre hacer todo lo que sea posible,
siguiendo por las sociedades intermedias y terminando en el Estado cuando las posibilidades
son insuficientes en los estados sociales anteriores.
La supletoriedad es
el valor insustituible que tiene el Estado de reemplazar y proteger a las
sociedades intermedias que requieren su apoyo ante dificultades perplejas e
insalvables para las mismas. Buscando de esta forma mejorar las condiciones de
vida, para que éstas sean más dignas y sanas para vivir, crecer, desarrollarse
y producir.
La subsistencia es
el principio que protege la vida nacional encauzando la vida
económica hacia la independencia. Extendiéndose luego a los
distintos países, razas y naciones, ayudando los países más ricos a los más
pobres y no aprovechándose de sus debilidades y limitaciones.
La
aplicación de estos principios en nuestras vidas nos acercará sin dudas a ser
cada vez más felices, a encontrar en la cotidianeidad de nuestros actos
momentos únicos e irrepetibles, por ello debemos ser un faro que guíe e ilumine el camino que conduce a la felicidad, aspirando siempre a la
verdad, el bien y la belleza para ser libres. Rompiendo con el viejo axioma de
la economía individual y egoísta de maximizar las ganancias por el de una economía natural y solidaria que diga:
¡En lugar de
“maximizar” sus ganancias “optimicen” sus vidas!