miércoles, 16 de diciembre de 2020

Liderazgo Institucional en Tiempos Difíciles: Artículo Publicado en "Revista Semanario"

 

Hay momentos en la vida en la que se te cae el avión”. Ésta frase extraída de una conferencia de Roberto Canessa, sobreviviente de la Tragedia de los andes, pone de relieve la situación que atraviesan nuestras instituciones sociales desde que apareció en escena la “pandemia”, los grandes cambios provocados por la misma parecen mostrar que nada será lo mismo y que no será una tarea simple volver a los viejos hábitos y formas.



 

Si liderar o llevar adelante una institución social en situaciones normales trae aparejados desafíos, liderar ante la adversidad requiere de una dosis importante de “Capacidad de adaptación y creatividad” por parte de los cuadros dirigenciales.

 

Algunas formas dirigenciales y de liderazgo desaparecerán por la incapacidad de hacerle frente a esta ola de transformaciones, otras conseguirán sobrevivir por su capacidad de adaptación y algunas emergerán como nuevas formas y fruto del nuevo escenario local y global que se presenta.

 

Lo que la pandemia se llevó:

Ahora bien, si analizamos las reacciones o los patrones de comportamiento de aquellos dirigentes que no han podido adaptarse a los nuevos paradigmas y desafíos que trajo consigo la pandemia, podemos ver a las claras cuáles son esas formas de liderazgo institucional que tenderán a desaparecer por no tener respuesta al entorno:

·         Incapacidad para escuchar: el dirigente impone sus opiniones sin buscar consensos anulando las propuestas de los miembros de su equipo. El resultado es un grupo serial de “Sí Señor”, donde todos esperan la opinión del líder antes de ofrecer la propia. No se permite el disenso.

·         Arrogancia: líderes con “aires de superioridad” y seguridad que roza la soberbia. El orgullo aleja al líder de su gente y de los fines de la institución que representa.

·         Falta de integridad: entendida como “decir lo que se piensa y hacer lo que se dice”. Esto trae aparejados favoritismos, incumplimientos de compromisos pactados, desalineación entre la actitud del líder y los principios institucionales.  

En general se puede hacer una lista muy amplia de las características de estos líderes que no han podido o no han querido adaptarse a los nuevos cambios. Suelen generar situaciones incómodas en público, no dan feedback, no son empáticos, son megalómanos.

 

El camino que viene:

El virus puso el mundo patas para arriba, institucionalmente nos mostró lo que ya no servía, pero también nos enseña el camino que viene y aquellas instituciones y dirigentes que tomen nota de ello tendrán una ventaja sustancial.  

 

El futuro líder deberá ser “un coach inspirador, un gran comunicador con una perspectiva intercultural” y para ello es necesario conectarse con cada una de las patas que sostienen nuestras instituciones y con cada uno de los integrantes de la misma, y para ello se requieren algunas acciones:

 

·         Transitar la ruta de las emociones: y ello requiere conectarse, comunicarse frecuentemente, tener empatía con los integrantes de las distintas instituciones. Saber escuchar. “Escuchar más que hablar”. La comunicación es más difícil en tiempos de virtualidad por ello es necesario esforzarse más para interpretar los estados de ánimo y las reacciones de los miembros de las instituciones.

 


·         Mantener la motivación y la esperanza entre todos los integrantes de las instituciones ayuda a lograr mayores índices de felicidad y de productividad.

 

En definitiva, como dice el gran profesor Ándres Hatum: “Es mejor mirar esta tempestad de frente y pensar estrategias.  Algunos líderes, sobre todo aquellos que se creían indispensables, ya no existirán en la otra ladera del camino, el vendaval consiguió hacer lo que cientos de consultores no pudieron: los ha evaporado (la cadena de pagos de la soberbia se corta, pero al final se paga)”

 

Si bien esta pandemia pasará y seguramente dejará muchas cicatrices institucionales, habremos aprendido que la gente siempre tiene mucho más para dar y que como líderes o dirigentes debemos propiciar los mejores entornos y los mejores climas institucionales para que ello ocurra, y el mejor camino y el más constructivo siempre es el del trabajo transparente en equipo. Trabajo que debe operarse desde la humildad que es el requisito fundamental para aprender ya que la arrogancia, su opuesto, nos lleva a la falsa creencia de saberlo todo y desde ese lugar nos cerramos al aprendizaje. Como sostiene el filósofo estadounidense Eric Hoffer: “En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe”